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El poder de una opinión

19 de Junio del 2020

Para ser recitado en voz alta

No debería haberlo dicho.  Llana y sencillamente, no debería haberlo dicho.

No creo que se le olvide. Cuando le dices a alguien que no te gusta su tono de voz, ese alguien lo retiene en la memoria.

Entiéndanme, mi intención estaba lejos de la grosería, solo pretendía que el coro realizase la elección apropiada del solista. ¡Era importante! ¡Querían el premio!

Pero me equivoqué, y ahora mi error me perseguirá siempre.

Tampoco sé por qué me hicieron caso, al fin y al cabo, todo el grupo sabe que mis conocimientos musicales no van más allá del solfeo. No obstante, sí que escucharon. No me suelen escuchar, pero esta vez sí que lo hicieron.

Louis se molestó, y con razón, porque dije alto y claro, delante de todo el mundo, que no me gustaba su voz. No fue así. No con esas palabras.

Fue más bien algo similar a que a Antoine le pegaba más el puesto. Ya ve usted qué argumento: "le pegaba más". Y pensar que me hicieron caso...

Podría haber quedado en balde, así Louis ahora seguiría hablándome, pero no. Justo cuando se necesita una opinión desesperadamente, se escucha a cualquiera, y ese cualquiera fui yo.

El remordimiento me seguirá hasta la tumba.

Alguien pensará: "ya se olvidarán, no exageres". Pero no, porque Louis y Antoin seguirán en el coro. Seguirán dando conciertos y yendo a concursos. Y cada vez que se necesite un solista, Antoine será elegido y Louis se quedará fundido entre las voces del fondo, odiándome.

Puede que lo tenga merecido, quién sabe...

Quién sabe por qué una triste opinión de alguien que no sabe nada, dicha en un momento preciso, encuentra la oportunidad de brillar para siempre. Como si el momento tuviese la capacidad de inscribirla en el firmamento con un rotulador indeleble.

¡Ah! Y el odio... El odio, una vez que se pega al cuerpo de uno tarda vidas en desaparecer.

Escrito por

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Mar Gil Álvarez

Nacida en Madrid. Amante del francés desde que aprendí a decir "fromage" (es una palabra con una fonética magnífica). Conocí Bélgica en el 2016 y decidí volver en el 2019 para engañar a la psicología con la antropología. Creo que Historias de Cronopios y de Famas de Cortázar es un libro desternillante y que La Gravedad y la Gracia de Simone Weil es la perfecta definición de lo etéreo.

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