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Silvio Rodríguez y las maneras de contar la historia

12 de octubre del 2020

Un corsario francés

      En 1608, Silvestre de Balboa escribió Espejo de paciencia, considerado el primer poema cubano de la historia, ya que fue escrito íntegramente en la isla, a diferencia de escritos anteriores como los del obispo Las Casas o el Diario de viaje de Cristóbal Colón. Espejo de paciencia cuenta la historia de Fray Juan de las Cabezas Altamarino, obispo de la isla, que fue hecho prisionero en 1604 cerca del puerto de Manzanillo, en la parte oriental de Cuba. El obispo se hallaba en Yara, a unos veinte kilómetros hacia el interior de Manzanillo, cuando fue capturado por un corsario francés. La intención del corsario era reclamar a la villa de Yara un alto precio por el rescate del obispo. Y así sucedió. Las autoridades pagaron el rescate pedido, que incluía dinero, carne y cuero, y el obispo fue liberado. Pero al unísono veinticuatro criollos españoles residentes en la villa alzaron la voz descontentos: esa humillación no era tolerable. Querían venganza. Liderados por Gregorio Ramos, se alzaron en armas y se enfrentaron en combate abierto contra los hombres del corsario francés, que en medio de la batalla murió atravesado por la lanza de Salvador Golomón.

Aquel día de 1604 murió en Manzanillo, picado en el pecho por la lanza de un esclavo isleño, un corsario francés de nombre Gilberto, cuyo apellido cobraría fuerza dentro y fuera de Cuba durante los siglos posteriores. Y es que con su muerte quedó huérfana, a seiscientos kilómetros de allí, escondida entre los peñascos y arañazos de las costas del sur, una playa mayúscula; la misma que otrora sirvió de cuartel al corsario Gilberto; la misma desde la que durante años lanzó ataques y en la que amontonó botines; la misma que, tres siglos y medio después, quedaría bañada de sangre. Con la muerte del francés Gilberto, bautizada con su apellido corsario, comenzaba entonces la nueva historia de Playa Girón.

Brigada de Asalto 2506

     El 16 de abril de 1961, los mil doscientos hombres que componían la Brigada de Asalto 2506 tomaron tierra en la costa sur de Cuba, en Playa Girón, a unos doscientos kilómetros al sureste de La Habana.

Esta operación militar, que más tarde fue conocida como la invasión de bahía de Cochinos, había sido preparada al detalle. Desde que en 1898 Cuba se independizara de manera oficial de España, la isla había permanecido bajo influencia política y económica de los Estados Unidos. Esta relación de control terminó el 1 de enero de 1959, fecha en la que la guerrilla comandada por Ernesto Guevara derrotó a las tropas batistianas en la Batalla de Santa Clara y, con ello, proclamó el triunfo de la revolución.

Los Estados Unidos tenían motivos para no aceptar el nuevo statu quo. Por una parte, la Cuba revolucionaria, aliada de la Unión Soviética, estaba demasiado cerca geográficamente del territorio estadounidense. Por la otra, la revolución cubana podía infundir ánimo a los revolucionarios de otros países latinoamericanos, con lo que el continente entero podía escapar de la órbita estadounidense. Por ello, durante el segundo mandato presidencial de Dwight Eisenhower, (1957-1961), la CIA entrenó y coordinó a milicias de exiliados cubanos que habían luchado a favor de Batista durante la revolución. En 1961, John Fitzgerald Kennedy tomó el relevo presidencial en la Casa Blanca. Bajo su mandato, la Brigada de Asalto 2506 se preparó para liderar desde tierra la invasión de bahía de Cochinos. El objetivo de la operación era crear una cabeza de playa en el sur de Cuba: debían ocupar y controlar una zona lo suficientemente grande de costa que permitiera el futuro desembarco de nuevas tropas. Tras el objetivo militar se encontraba el objetivo político: derrocar a Fidel Castro e instaurar un nuevo gobierno que fuera reconocido por la Organización de Estados Americanos y el resto de la comunidad internacional.

Así, mil doscientos cubanos exiliados partieron desde Puerto Cabezas (actualmente Bilwi), Nicaragua, hacia la bahía de Cochinos. El 15 de abril llegaron a Cuba los bombarderos; el 16, los barcos y la infantería. La Brigada 2506 tomó sin dificultad la playa y se adentró 10 km en territorio cubano. Pero las milicias revolucionarias reaccionaron con rapidez. Muy superiores en número y armamento, necesitaron tan solo tres días para retomar el control de la playa y reducir al oponente. El 19 de abril de 1961, bahía de Cochinos pertenecía de nuevo a la Cuba revolucionaria. Sus dos grandes playas, Playa Larga y Playa Girón, se libraban de la tenaza de los Estados Unidos, que por vez primera sufrían una derrota en América Latina.

El barco

    Silvio Rodríguez és abans de tot un gran amic de fa molts anys. Em sembla que aquesta amistat va néixer al 68. Tinc per ell una admiració molt gran com compositor, com músic – em sembla que és un músic amb una gran personalitat – , també com escriptor de textos de cançons – em sembla que també són textos plens d’una gran imaginació. Però abans de tot, per mi Silvio Rodríguez és solament una paraula, un concepte: poeta.

Luis Eduardo Aute, entrevista en TV3 (1986)

     (…) A veces iba a cantar a casas de amigos y una vez, cenando en casa de un amigo común, me lo presentaron y lo escuché. A mí desde el comienzo me pareció una voz muy original y me gustó muchísimo lo que estaba haciendo. Claro que en el correr de todos estos años Silvio ha madurado más como cantante, como autor de canciones, y yo he seguido siempre su carrera. Además, somos muy amigos. Ahora bien, de las tres facetas que puede tener Silvio – que es como cantante, como autor de las partituras y como autor de las letras – yo confieso que, aunque me interesan las tres, que son como un conglomerado, la que más me atrae es la de autor de las letras. Me parece que las letras de Silvio son prácticamente poemas. Yo diría incluso, y lo he dicho alguna vez en algún reportaje, que Silvio me parece probablemente el mejor poeta de su generación (…).

Mario Benedetti, entrevista en TV3 (1986)

     “En septiembre de 1969, cuando me enrolé en el motopesquero Playa Girón”, dice Silvio Rodríguez en el prólogo de Canciones del mar (1996), “llevaba dos años de terminado mi servicio militar activo. En las unidades, jugando, había descubierto mi última manía de por entonces: inventar canciones”. A la edad de veintitrés años, y tras veintisiete meses desde que comenzara a participar en la escena musical, Silvio Rodríguez se lanzó a la aventura del mar. El Playa Girón, botado un año antes en astilleros de la República Democrática Alemana por encargo de la Unión Soviética y bautizado primero con el nombre Poltava, debía dirigirse hacia Terranova, frente a la costa atlántica canadiense. Sin embargo, al poco de haber zarpado, se les comunicó un cambio de rumbo: ahora debían navegar hacia el sur, hacia la zona de pesca que se extendía entre las islas de Cabo Verde y la ciudad de Dakar.

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Motopesquero Playa Girón

Durante aquellos meses, los casi cien hombres que componían la tripulación – cuyo promedio de edad rondaba los veinte años – tendrían que dedicarse en cuerpo y alma a pescar para Cuba. Aquellos “hombres rojos, negros y azules” traerían comida a la isla para que la todavía joven revolución no pereciera tras sus primeros pasos. Entre ellos, acompañado de su guitarra, se encontraba Silvio Rodríguez. Sus compañeros, que ya por entonces lo conocían por su música, se asombraron al verlo subir al barco cargado de libros. “¿Y qué va a hacer?”, decía uno, “¿de marino? ¿de poeta?”. En verdad, Silvio Rodríguez se encargaría de componer y de cantarles para con ello amenizar las largas horas de monótona calma en el mar. Poco antes de partir, un trabajador cubano de relaciones internacionales llamado Francisco León le entregó una grabadora Philipps junto con tres cintas vírgenes de noventa minutos cada una. En palabras de Silvio Rodríguez, “este gesto de amigo hizo posible las miles de respuestas que desde entonces han provocado, en tiempos y lugares disímiles, algunos de los cantos que se me aparecieron en cuatro meses de travesía”. De esos cantos, que en total fueron sesenta y dos, solo doce fueron inicialmente editados y recopilados en distintos álbumes. Más de treinta años más tarde, en 2006, se publicó Érase que se era, un álbum de treinta pistas en el que el cantautor cubano rescató muchas de las letras escritas entre 1968 y 1970, la mayor parte de ellas durante la travesía.

 

Sin embargo, y contrariamente a lo que muchos creen, Silvio Rodríguez no pasó los cuatro meses a bordo del mismo barco. A finales de diciembre de 1969 abandonó el Playa Girón y se embarcó en un buque refrigerador de la Flota Cubana de Pesca llamado Océano Pacífico, donde permaneció hasta el final del viaje y donde compuso la más icónica de sus canciones: “Ojalá”, aunque habría que esperar casi diez años para verla incluida en un álbum oficial, Al final de este viaje (1978), el tercero del cantautor. Existen, sin embargo, otras versiones anteriores, como la de 1977, que fue incluida en su primer disco antológico, Cuando digo futuro (1977) y que apareció en discos breves de circulación local; o la propia versión original a bordo del Playa Girón el 23 de diciembre de 1969, que guardó en la grabadora Philipps nada más componerla. En palabras del cantautor, que ha sido muy claro al respecto, la compuso pensando en Emilia Sánchez, “una amiga que es filóloga. Amiga de toda la vida. Había sido novia mía cuando yo estaba en el ejército a los dieciocho años. Cinco años después le escribí esta canción. Qué cosas, ¿no?”. Y también, en relación al misterio sobre si quiso decir “disparo de nieve” o “disparo de Nievi” (que alude al fusil cubano modelo Nievi que usó durante el servicio militar), insiste: “cada vez que la escribo, escribo disparo de nieve, y eso es lo que he dicho”. Aun así, los minutos 1:02, 2:27 y 2:52 de la grabación “oficial” de “Ojalá” (la de 1978) dejan la puerta entreabierta a quien quiera reinterpretar sus palabras.

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Buque refrigerador Océano Pacífico

Más allá de mitos y amores, la canción que más sintonía tuvo con el viaje y la que mejor describió la realidad que lo circundó durante aquellos meses es la que lleva el nombre del primer barco, de la batalla en la bahía de Cochinos y del corsario francés del siglo XVII. Hablamos de “Playa Girón”. Esta versión fue grabada durante el rodaje de Hombres sobre cubierta (2008), un documental en el que Silvio Rodríguez vuelve a encontrarse con los que fueran sus compañeros de barco en 1969. En el vídeo lo vemos cantándoles la canción que les había escrito casi 40 años antes. La letra dice:

Compañeros poetas, tomando en cuenta

los últimos sucesos en la poesía,

quisiera preguntar —me urge—,

¿qué tipo de adjetivos se deben usar

para hacer el poema de un barco

sin que se haga sentimental,

fuera de la vanguardia

o evidente panfleto,

si debo usar palabras

como Flota Cubana de Pesca

y Playa Girón?

 

Compañeros de música, tomando en cuenta

esas politonales y audaces canciones,

quisiera preguntar —me urge—,

¿qué tipo de armonía se debe usar

para hacer la canción de este barco

con hombres de poca niñez?

Hombres y solamente hombres sobre cubierta,

hombres negros y rojos y azules,

los hombres que pueblan el Playa Girón.

 

Compañeros de Historia, tomando en cuenta

lo implacable que debe ser la verdad,

quisiera preguntar —me urge tanto—,

¿qué debiera decir? ¿qué fronteras debo respetar?

Si alguien roba comida y después da la vida

¿qué hacer?

¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?

¿Hasta dónde sabemos?

Que escriban, pues, la historia, su historia,

los hombres del Playa Girón.

Sobre esta canción, dice Silvio Rodríguez:

 

En el Playa Girón escribí una de las canciones yo creo que fundamentales de todas las que he escrito, que es la que se llama justamente “Playa Girón”. Cuando la hice, me di cuenta de que estaba diciendo cosas que hasta ese momento no había conseguido decir. Sobre todo, esa cosa de no dar una visión simple o simplificada, light, de problemas que no son simples. De problemas que en la vida son más complejos y que tienen muchos ángulos desde donde tomárselos. Cuando tú hablas de un héroe, un héroe tiene muchas aristas, muchas facetas, muchos ángulos desde donde tú lo puedes ver, ¿no? Y ese héroe, que fue un héroe en un momento determinado y que trascendió, también es una persona normal en otros momentos de su vida y no siempre tiene una conducta de héroe. Entonces, ¿qué es lo que hace trascender la actitud de un hombre? Es estar en el momento justo, hacer lo que tienes que hacer y estar a la altura de ese momento. Es esa cosa de la canción “Playa Girón” que dice “si alguien roba comida y después da la vida, ¿qué hacer?” Yo escribí eso cuando tenía casi veintitrés años. Yo me demoré veintitrés años, podría decirlo, en llegar a esa conclusión.

De un corsario asesino le vino el nombre a la playa; de la batalla en la playa pasó luego al barco; y en honor no al barco, sino a su tripulación, escribió Silvio Rodríguez la letra anterior. Un canto por y para personas. Un objeto real al que cantar, alejado de cualquier épica o gloria nacional. “Compañeros poetas, compañeros de música, compañeros de historia”. Compañeros de vida y de barco. A ellos les canta, a esa aparentemente insignificante parte de la historia que tan forzosamente ha sido obligada al silencio del patio trasero, al silencio del mar, al silencio del hogar, del granero, de la fragua, del campo. Están los soldados que disparan y reciben balas, los grandes ministros y ministerios, el gran ideal, la gran justicia. A ellos se les canta y en ellos se buscan causas comunes, y posiblemente esos sean cantos necesarios en un mundo que mira y vive con corazón y ojos de realpolitik. Pero hay que decirlo bien alto: la historia está enferma y se obstina en buscar significado solo a las balas. Tal como la hemos aprendido, la historia es indisociable de la guerra y de la mentalidad militar. Eso es Gilberto Giron. Eso es la brigada de asalto 2506: historiografía militar; literatura militarizada. Ya basta. Ocurrió y ocurre mucha historia más allá de la guerra. Muchas historias. En 1969, más allá de la URSS, de los Estados Unidos, de Cuba, de la Revolución y de las playas flotaba solitario un barco de 94 metros de eslora perdido frente a la costa este del continente africano. Cien marinos y una guitarra entre ellos, y eso era todo, y cada uno hacía lo que tenía que hacer.

 

Cuatro siglos antes, el esclavo negro Salvador Golomón atravesaba con su lanza a Gilberto Girón en las proximidades de Yara. Tras el acto de matar, y también durante el mismo, siguió siendo esclavo de criollos españoles. Su persona solo se conoce hoy porque se cruzó en el camino del corsario y lo atravesó con un hierro. Salvador Golomón solo existe porque mató a un corsario y porque José Antonio Echeverría encontró en los archivos de la Sociedad Patriótica de La Habana un texto llamado Espejo de paciencia que sobrevivió al incendio de Yara en 1816. Pero la historia del Espejo de paciencia no es la de Salvador, sino la de Gilberto, la de Juan de las Cabezas y la de Gregorio Ramos. Siempre han sido estas gentes los protagonistas de la historia; no los esclavos, no los pesqueros, no las madres que recibían cartas de hijos muertos tiempo atrás. Los pesqueros del Playa Girón eran solamente pesqueros, y por lo tanto no les correspondía ningún pedazo de historia. No había ningún manuscrito destinado a contar sus proezas y sus miserias. No había espacio en los libros para el que día tras día pescaba y llevaba comida al país. Aunque imprescindibles, aquel puñado de héroes era poco vistoso. No invadían un territorio antaño reclamado por generaciones sedientas de honor, ni participaban en las hazañas del espacio exterior, ni creaban una máquina capaz de matar más y mejor; nada de eso. Se limitaban a hacer lo que tenían que hacer, sin las pretensiones faraónicas ni los delirios de grandeza de que tanto gusta la historia universal.

 

Tú me perdonas, pero yo nunca me sentí superior a nadie. Porque me daba cuenta de que no podía aportar al nivel que aportaba cualquiera de los hombres del Playa Girón. Realmente era una cosa para mí asombrosa. Eso fue una gran escuela: una escuela humana, una escuela laboral, una escuela en todas las dimensiones habidas y por haber. O sea, que yo realmente llegué asombrado al Playa Girón y me fui todavía más asombrado y más admirado, y realmente no hice más y mejores canciones porque no me salieron. Lo que sí siempre dije en todas partes es que la Flota y el trabajo que ustedes hacían merecía ser más destacado, y traté de que así fuera. Esa es la cosa.

 

Silvio Rodríguez a sus compañeros del Playa Girón.

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Silvio Rodríguez a bordo del Playa Girón (1969)

Quizás en el barco no fuera útil, como dice, pero sí fue necesario; no solo por hacer más agradables las noches silenciosas, sino también y, sobre todo, por dotar de memoria histórica a esos marinos. Porque, ¿qué significa Girón? ¿Un pirata que mata? ¿Una playa en la que milicias armadas disparan a compatriotas entrenados por una superpotencia enemiga? ¿Es Playa Girón acaso un barco? ¿Una playa cubierta de sal? ¿Es un posible ingeniero alemán, o ruso, o armenio, que participó en la diseña de la cubierta del motopesquero tipo Atlantik? ¿Cuál es la historia de Playa Girón, de los nombres y personas escondidos tras esas dos palabras? Sin duda, todas. Hay muchas historias posibles, tantas como seres fueron.

Silvio Rodríguez no quitó méritos a quien consideró que los tenía, y prueba de ello es "Preludio Girón", donde sí habla de bahía de Cochinos. Pero supo también que hablar de una Revolución en términos únicamente bélicos es falsificar la historia y la memoria de las gentes. Como sonó en Radio Magallanes en su postrera emisión, “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Porque la historia está hecha de personas que merecen y deben ser contadas, y para ello hace falta gente como Silvio Rodríguez: poetas que sepan ver.

Debo dejar la casa y el sillón

La madre vive hasta que muere el sol

Y hay que quemar el cielo

Si es preciso, por vivir

Por cualquier hombre del mundo

Por cualquier casa.

 

“La era está pariendo un corazón”, Silvio Rodríguez (1978).

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Silvio Rodríguez a bordo del Playa Girón (1969)

Fotos:

Bibliografía:

Escrito por

Mister_Raule_va_p%C3%83%C2%A9cho_edited.

Raül Nuevo Gascó

Vaig nàixer i crèixer a Montcada, València. En 2017 vaig vindre a Bèlgica per a estudiar relacions internacionals i ací continue per motius laborals. M’agrada llegir prosa, des de les novel·les franceses i russes dels segles XVIII-XIX i la literatura del Segle d’Or espanyol fins al realisme llatinoamericà i les avantguardes. Sempre que puc, tracte de llegir Stefan Zweig i Vicent Andrés Estellés.

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